jueves, septiembre 07, 2006

PASEOS (XI) BERLÍN
Después de mucho tiempo soñando con este viaje, el sueño se vio cumplido, rompiendo absolutamente el refrán taurino "tarde de espectación, tarde de decepción". Recordando un libro de Felix de Azúa, Berlín es la invención de la ciudad o, más bien, la reinvención de una ciudad que en el siglo XX ha tenido que ser reconstruida en más de una ocasión, sin que ello haya supuesto la pérdida de su personalidad. Escribir de Berlín resulta complejo ya que no se si puedo hablar de una sola ciudad o de varias ciudades dentro de una misma urbe. Berlín, como otras muchas, se encuentra dentro del marco de lo que denominamos ciudades culturales, con la salvedad de que ésta es cultura viva y en constante evolución, historia viva, mezclada con retazos de pasado glorioso. Estoy seguro, tal y como me indicaban mis dos grandes anfitrionas, Alba y Ana, no es ni de lejos la ciudad alemana de mayor "encanto" desde el punto de vista histórico artístico, pero puedo asegurar que ninguna otra ciudad ha logrado despertar en mí hasta el momento sensaciones como las vividas en la capital germana. Este y Oeste siguen siendo dos realidades que, a fuerza de imaginación, de creatividad, y de una importante inyección económica, todo hay que decirlo, tienden cada vez más a crear un espacio heterogéneo físicamente, estéticamente, pero de un calado cultural tan profundo que es dificilmente parangonable a otros lugares de semejantes características. Los espacios culturales se multiplican en una ciudad de ritmo tranquilo, nada exaltado, pausado, que asombran y cautivan al visitante. Parece mentira como una ciudad tan al norte del continente puede enganchar de tal formar a personas de los lugares más diversos, creando un espacio de convivencia e interculturalidad del que apetece formar parte por mucho más tiempo que los escasos cinco días que he podido disfrutar allá. Por este motivo, supongo que este es sólo el inicio de una gran amistad...

AGOSTO EN MILANO
Tranquilidad, calma, sogiego, soledad. Milano, como cualquier otra ciudad del mundo, es un "ser" cuya respiración, cuyo pulso, cuyo ritmo vital sufre altibajos como sucede a cualquier otro ser. Agosto me ha mostrado una ciudad que, hasta ahora, permanecía oculta, agazapada, temerosa de mostrarse entre el tumulto cotidiano que, normalmente, marca el tempo de la urbe.
Tranvía vacío, calle desierta, negocios cerrados por vacaciones, turistas que bajo los rayos del sol que iluminan el Duomo buscan su foto, su encuadre perfecto, su trozo de Milano para llevarse en la tarjeta de memoria de su cámara digital. Calor, mucho calor. Humedad que hace que las tardes se conviertan en una especie de vida latente que te obligan a gastar el mínimo posible de energía. Y allá en la calle no hay un alma, no se escucha un ruído, así que las noches se convierten en el aliado perfecto para reinventar la ciudad, o lo que es lo mismo, crear tu Milano particular.
Milano en agosto es un espacio mucho más habitable, mucho más humano, mucho más vivible. Supongo que yo necesitaba encontrarme con esta ciudad desnuda para poder recorrer con mayor pasión todos sus rincones, todos sus secretos. Pero, como los verdaderos amores de verano, se evaporan cuando los rayos de sol dejan de calentar el corazón de los enamorados. A pesar de ello, la pasión queda callada, dormida, a la espera de que las condiciones vuelvan a ayudar a despertar la pasión.
Buona vacanza, cara Milano...

miércoles, septiembre 06, 2006

¡VÁMONOS PA IKEA!
Tuve que venirme a Milano para vivir, por vez primera en mi vida, la experiencia IKEA (esa que todo el que se va de casa de papá tiene que vivir alguna vez). La cosa no estaba fácil. Primero, había que encontrar el modo de llegar al sitio, segundo había que ir con las ideas claras porque todos me avisaron del peligro que tienen estos negocios. Pues con estas premisas, me puse en marcha para realizar una exploración inicial de tanteo. Metro y autobús gratuito solucionaban el problema del transporte. Pero, una vez allí, el colchón elegido (y tantas veces soñado) con su somier de madera necesitaban de una verdadera "Operación IKEA" para poder llevarlos a casita. Pues nada mejor que el amigo Sergio y su novia Mónica para apoyar este importante desafío. Sacrificando su día de piscina, se embarcaron conmigo en esta dura aventura. El colchón de 1`40 m. (grande pa no pasar miserias) pesaba como un muerto y las maderas del somier, muy bien embaladas, eso si, necesitaban de un plan de transporte que fue improvisado sobre la marcha. Visto que los suecos se hacían los suecos para llevármelo a casa, tuvimos que optar por el plan B: el alquiler de la furgona. La cosa era que si hacíamos el traslado en una hora todo era rentable, pero si nos pasábamos de este tiempo la cama me iba a costar un pastón de la leche. Así que, después de ubicarnos en el mapa, decidimos aceptar el desafío. Yo no había cogido un bicho de esos en mi vida pero, joder, fue montarme y entrarme un no se qué por el cuerpo que me transformé en un auténtico transportista. ¡Vaya pasote eso de mirar desde arriba a los coches y meter el morro de la furgoneta sin miedo alguno!. Mónica y Sergio, alucinados, no daban crédito a lo que veían. La cosa es que después de llegar a casa, aparcar en lo alto de la acera a la americana, subir los bultos, beber agua y bajar de nuevo, sólo nos quedaban algo más de 20 minutos para la vuelta en el tiempo previsto. En la retorno todos los semáforos se nos pusieron en contra y no había manera de pillar uno verde. Después de ver 20 carteles de IKEA que nos sacaban de los nervios, llegamos al punto de entrega dos minutos antes de la hora, así que lo que nos ahorramos nos los gastamos en festejar la hazaña, que siempre sienta mucho mejor. Lo del montaje del somier, que todos los que pasaron por ese trance se hagan una idea... Por cierto, sólo piqué de más con unas perchas, una papelera y una tablita de planchar (pero ya tengo el veneno dentro).