PASEOS (XIII) BRATISLAVA Y VIENA
Como uno no se conforma con vivir en un país cargado de historia, arte y naturaleza desbordante, de vez en cuando surge la posibilidad de abrir horizontes y visitar lugares más o menos próximos que siempre he deseado conocer (gracias a las low cost, todo sea dicho) . Viena, fundamentalmente, es una ciudad con la que mantenía una deuda pendiente desde aquel "inolvidable" viaje de fin de carrera, hace ya cualquier año.
En Brastislava, por el contrario, nos hemos detenido un día para encontrarnos con Miguel I "El Peru". Parece que sus vacaciones de la semana del 1 de noviembre se están convirtiendo en fecha de reencuentro. Lo más destacable del paso por esta ciudad ha sido una divertida cena típica eslovaca, unas risas, y la belleza de las mujeres de este país, fuera de lo corriente (pero todas muy altas para mí). Tras esta noche de risas, charlas y confesiones (con una visita relámpago a la ciudad), pusimos rumbo a Viena, en un ventoso paseito en barco por el mítico Danubio, una auténtica maravilla.
En Viena nos esperaba Almudena, la compañera de beca de Turespaña de esta ciudad, que nos ha acogido a los dos sureños de forma increible, cosa que siempre agradeceré y que, lógicamente, será recompensada con un tratamiento similar cuando decida visitarnos.
La ciudad me ha causado una sensación mucho más grata de lo que esperaba, tiene mucho más capacidad de asombrar al visitante de lo que yo imaginaba. La primera noche la paseamos tranquilamente, con la belleza que conlleva el sólo intuir, reconocer a medias, ver solo aquello que la iluminación deja, entregados al recorrido que nos marcaba nuestra encantadora anfitriona. Esta es ciudad cuidada y mimada; es armónica, elegante pero sin estridencias, correcta. Quizá, una de las cosas que más impactan a un visitante español es su orden, su organización, donde todo funciona correcamente (incluido el transporte público, claro), y su limpieza. Aquí, en este país, la vida en sociedad tiene otras claves que, desde mi punto de vista, hacen la vida mucho más fácil, sobre todo a aquel no ávido de experiencias demasido exóticas y aventureras.
Esta vez los museos han copado gran parte de nuestro tiempo. Bajo la escusa de conocer la obra del tan de moda Gustav Klimt, visitamos el Leopold Museum y el Museo Belvedere, donde además del citado autor se encuentran numerosas obras de uno de sus principales discípulos, Egon Schiele, del cual, debo decir, no conocía tanto como de su maestro Klimt (curiosamente murieron los dos el mismo año), me ha dejado verdaderamente asombrado. La expresividad de sus retratos, sus formas, los colores, su visión de la naturaleza en su obra... Tengo que investigar más sobre este personaje. Aprovechando el tirón, vimos una interasante exposición de pintores impresionistas alemanes, y otra muestra de fotografia titulada "Budapest 1956", que muestra todo el proceso revolucionario vivido en los últimos meses de este año en la capital húngara. Fotos de Erich Lessing, imágenes de la historia contemporánea que jamás deberíamos olvidar (y que algunos, tal vez, deberían conocer).
Lógicamente, hemos dado cuenta de la gastronomía local, faltaría más. Esta vez, nos centramos en uno de los platos típicos de la zona, el Wiener Schnitzel, que traducido al castellano es tres filetes empanados, tamaño XXL, no aptos para personas a dieta. El "pequeño" canario, que venía con un poquito de hambre, se comió uno y casi medio; yo, un Cordon Bleu grande como pizza mediana con sus patatitas fritas y su "ensalá". La indigestión fue tal que hasta las 5 del día siguiente no tuvimos valor de volver a probar bocado. Lógicamente las salchichas no las olvidamos y doy fe que no se ha quedado ningún tipo sin probar.
Por segunda vez en mi vida he salido a celebrar Halloween, pero esta vez he de reconocer que me divertí como un enano. Los amigos de Almu resultaron ser divertidísimos y con algunas birras de la tierra la noche fue todo un continuo reir. Para colmo, uno de los tipos que allí estaba, se destapó a lo largo de la noche como un verdadero amante del flamenco. ¿Cómo se te queda el cuerpo cuando a las tres de la mañana en Viena te hablan de Camarón, Tomatito, Rafael Riqueni, Carmen Linares, Morente, Fosforito, Habichuela, Terremoto o Paco Serrano? Y la fiesta la acabamos en la cafetería del Leopold Museum (eso es sacar partido a los espacios culturales).
Otro de los sitios que no podíamos dejar de visitar es la Hunderwasser, un edificio de un arquitecto vienés en el que la naturaleza y la arquitectura se funden para crear un espacio carente de lineas rectas y estructuras convencionales, donde se da rienda suelta a la creatividad y la imaginación.
El último día lo dedicamos a un hermoso paseo en bici por el Prater vienés, todo un lujo de espacio verde en el corazón de una ciudad. Vimos el parque de atracciones que viene a ser como la calle del Infierno de la feria, con más rubios, menos vino, más frío, y menos cachondeo (a todo esto, a ver si el año que viene huelo la feria).
Y una vez dejamos Viena atrás poniendo rumbo a Milano, la nieve ocupó el vacio que dejamos...
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