PASEOS (XII) DOLOMITAS
Tras varios meses de vida urbana intensiva, llegó el momento deseado de poner rumbo a la montaña, pero en vez de coger el camino más corto, o sea, los Alpes próximos a Milano, nos decidimos por desplazarnos un poquito en el mapa y dirigirnos así a los Dolomitas. Yo sólo conocía esta zona por referencias del Giro d'Italia, pero todo el mundo me había hablado maravillas de esta zona. Y todos se quedaron cortos...
Así, con todas las ganas del mundo, nos pusimos en marcha hacia la zona próxima a la frontera con Austria, ya que nuestro punto de llegada era Dobbiaco, Toblach en alemán, donde llegamos después de más de 6 horitas de paseo en coche por el norte de Italia. Lo de poner el nombre en alemán no es ningún farol que me quiera marcar, sino que allí todo el mundo es de lengua alemana, vamos que eso de Italia es porque lo dicen en los mapas y carnets de identidad. De hecho, esta zona es italiana desde el final de la I Guerra Mundial, y no veas si se nota, es una avanzadilla austríaca.
El apartamento era un lugar encantador a la vez que acogedor. Coqueto, discreto pero perfectamente equipado, gestionado de forma ejemplar por una pareja joven de la zona que nos ha dejado gratamente impresionados. Lo que más le gustó al canario fue lo de la calefacción bajo el suelo, todo un descubrimiento para alguien de esas latitudes.
El sitio es una auténtica delicia para los sentidos. Los paisajes otoñales de la montaña son tan sugestivos, tan intensos, tan impactantes que intentaba retener a través de la cámara fotográfica todo aquello que nos rodeaba. Lagos, pinares, montañas. Verde, mil y una tonalidades de verdes que, a pesar de mi daltonismo, creo haber podido disfrutar en todo su esplendor.
Visitamos Cortina d'Ampezzo, mítico lugar para los amantes de los deportes invernales, que a pesar de estar a poca distancia de Dobbiaco, es un sitio netamente italiano.
La gastronomía de la zona, sobresaliente. Además hemos tenido la suerte de encontrarnos con la fiestas locales, lo cual nos obligó a compartir nuestro tiempo entre birra y salchichas con los lugareños. Y pudimos escuchar el típico grito tirolés (que después de varios, es bastante pesadito, todo hay que decirlo)
El domingo, tras desayunar y ver desde la terrazita de la cafetería la procesión del Patrón (las procesiones "austriacas" son de un orden y silencio imponente), nos dirigimos a le "Tre Cime", uno de los lugares más sobresalientes por su belleza de los Dolomitas. El día acompañó y la sensación de estar en la montaña de nuevo, en la alta montaña, te hace sentir libre, fuerte y, al mismo tiempo, insignificante ante tal paisaje natural modelado con formas imposibles por el paso de los años. Fotos y más fotos, todos los rincones, todas las perspectivas, en busca del encuadre perfecto que me posibilitara rescatar esas imágenes y hacerlas mías para siempre. Pero en este caso, puedo asegurar que no hay nada capaz de transmitir esa realidad, no se puede llevar al papel o la pantalla del ordenador la fuerza de la naturaleza. Sólo se pueden captar detalles, nunca la inmensidad que allí te acoge.
Después de una caminata para probar las botas de montaña como se merecían, el canario y el cordobés degustaron los manjares locales y pusieron rumbo a Milano. Pero la siguiente semana estaría ya marcada por la carga de batería efectuada en ese rincón de este pequeño mundo llamado Italia.
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