domingo, octubre 08, 2006

LAS VACACIONES
A pesar de que ya casi se me difuminan en la memoria, en el mes de agosto tuve mi primer periodo de vacaciones y, como buen emigrante, emprendí la vuelta a casa, el primer contacto con España desde que en abril aterricé en Milano. A pesar de todo, no necesitaba con urgencia este retorno, no todavía, puesto que el verano en Milán estaba siendo tranquilo, relajado, intercalando momentos de mucha actividad con fases de una vida casi en estado latente. Se me hacía extraño el hecho de volver a casa, de los reencuentros, de retomar sensaciones y encontrarme con lo que hasta hace bien poco era mi única realidad. He de decir, sin embargo, que estas vacaciones se presentaban con más movimiento del esperado, dado que el viaje a Lisboa era casi la mitad de los días que tenía reservados para estar lejos de la península itálica.
Aunque bien es cierto que siempre hay motivos para volver a casa, lo que más me atraía de mi regreso era la boda de Luis y Maribel, o lo que es lo mismo, la boda más esperada de los últimos años. Y no defraudó.
Peru y yo pusimos rumbo a la capital portuguesa en coche para encontrarnos allí con el resto de los amigos, un encuentro largamente esperado. ¡Y que mejor forma que alquilando un piso en la ciudad de la luz para meternos todos! Un piso encontrado por internet lleno de encanto, con vistas de auténtico lujo y, por que no decirlo, colmado de carencias que hicieron más divertida si cabe nuestra estancia.
Curioso eso de vernos a todos horas antes de la boda como niños con zapatos nuevos frente al espejo ajustándonos las corbatas, probándonos las chaquetas o dándose los últimos retoques al maquillaje. Mientras tanto, la vecina de abajo nos informaba que llamaría a la policía porque el piso de abajo se encontraba calado porque las tuberías del baño dijeron basta. Vaya numerito.
El viaje hacia la iglesia todo una odisea. El punto de referencia era Sintra, donde tendríamos que coger el camino correcto para llegar a la ermita pero, ¿cómo saber elegir el camino en un laberinto? Nada mejor que dejar a Jairo como guía. Enorme. Después de dar un par de vueltas al pueblo, comenzamos a mosquearnos porque no había manera de encontrar la dirección correcta. Pasado un rato, vimos que existían pequeños carteles con los nombres escritos de Luis y Maribel. Serían nuestra salvación, o eso pensamos, pero nada más lejos de la realidad. Después de dar una vuelta por la comarca, casi dos horas después de salir de Lisboa conseguimos llegar al deseado lugar del enlace. Una vez allí descubrimos que era el sitio perfecto para casar a estos dos personajes. Ermita de pasado romano, perdida entre los mil y un caminos que circundan Sintra. Pero el sitio tenía todo el encanto necesario para este momento, no cabe duda.
Una vez acabada la ceremonia "bilingüe", es decir, casi dos horas después (ahí queda eso), pusimos rumbo a la Quinta donde se celebraría el combite y otra vez Jairo, en una de las suyas, fue capaz de equivocarse de camino y arrastrar a la mitad de los invitados. Un genio. Inolvidable.
La celebración, pues a la altura de las circunstancias. Un fiestón. El teatro de marionetas recreando la vida de la pareja quedará para la história. Mítico. Las gafas de sol nos sirvieron para la vuelta. El coche conducido por Jairo era una discoteca en la autopista, el mío, casi un velatorio.
La estancia en Lisboa nos dio la posibilidad de perdernos de nuevo por sus calles, por sus rincones y sus bares. Noches memorables, mañanas de resaca, vinho verde, pescados a la brasa, sopas, el omnipresente bacalao y las disputas con el cilantro...
Ahora la feliz pareja ha decidido comenzar su vida de casados en Honduras, en Tegucigalpa. Ahí queda eso para el que lo quiera mejorar...