miércoles, julio 12, 2006

EL DÍA QUE ITALIA GANÓ EL MUNDIAL
Y tuvo que ser así. Tuve que irme de España para vivir en primera persona la fiesta de ganar un Mundial de fútbol. Eso si, por mucho que me lo propusiese, no pasé de ser un mero espectador de una fiesta que sentía cercana pero sin llegar a sentirla como propia. En estos casos, el partido nadie lo recordará, salvo los goles, el cabezazo de Zidane a Materazzi, y los penaltis. Y de hecho, todo el partido se puede resumir en lo anteriormente dicho, destacando la última jugada de la carrera de uno de los más grandes, Zizou, cuya imagen junto a la Copa del Mundo, descendiendo lentamente y cabizbajo hacia el "infierno"de los fríos vestuarios, es ya una imagen que pasará a formar parte de la memoria colectiva de todos los que disfrutamos con este deporte. En el bar donde lo vimos, la tensión se palpaba y Sergio y yo, como buenos ciudadanos residentes en Italia, queríamos vibrar con la victoria de los Azurri. Y Grosso nos dio ese momento. Saltos, canticos, euforia colectiva... pero esto no es España. Desde el que el último penalti alcanzó la red, sentimos una falta de calor, una extraña sensación de frialdad que nos asombró y, al mismo tiempo, nos inundó de confusión, ya que si ese último penalti hubiese sido de nuestra selección, si nuestro Villa hubiese sido Grosso, tengo absolutamente claro que sería tal la euforia desatada que lo recordaría para siempre como uno de los mayores momentos de placer jamás experimentados. La ciudad, por vez primera desde que la conozco, fue asalta por el jolgorio, la fiesta y la alegría. Parecía mentira, pero Milano estalló y todo se llenó de banderas "Tricolore". Daba gusto pasear por el centro, siempre tan comedido y refinado, con todo desbordado, descontrolado, desmedido. La verdad es que, como meros espectadores de la fiesta que éramos, he de reconocer que disfrutamos lo que pudimos. Pero punto y final. En esta ciudad el día siguiente volvió a ser un día como otro cualquiera. Se acabaron los pitidos de los claxón, las banderas y las desmesura. Todo volvía a su ritmo habitual. Y entonces, con toda la nostalgía del mundo miramos a Roma, al Circo Massimo, para disfrutar en la lejanía, y añorar, de forma especial, aquel último Scudetto de la Roma celebrado en un ambiente similar en ese mismo lugar, y pensar que podría haber pasado si la beca hubiese sido en la ciudad eterna...

1 Comments:

Blogger Paula said...

Bah, qué aburridos. En Roma, por una liga, estuvieron más de siete días...
¡¡¡Yo no sabía que tuvieras un blog, pequeño saltamontes!!!
Firmado:
Salmorejo killer

9:59 a. m.

 

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