LA FERROVIA DELLO STATO
Ya me había olvidado yo de esto! Si se quiere conocer un país de una forma más o menos precisa, es necesario hacer un viaje en tren. Este medio de transporte es, sin ningún género de dudas, el que más me hace disfrutar. En él es donde se dan, al mismo tiempo, las historias más ridiculas y las más extravagantes, las más tiernas y las más inhumanas, toda una aventura vital reducida a un trayecto definido. Pero aquí, en Italia, los trenes hacen que todo sea más divertido que en otros muchos lugares. Mi última experiencia ferroviaria ha sido este último fin de semana. El sábado nos dio por irnos a la playa a celebrar el cumpleaños de mi amiga Antonella (mítica). Que tal Liguria? Como es normal, ni billete, ni camping, ni destino definido. Una vez en la estación, Milano Centrale, nos disponemos a comprar nuestro billete y, primer incidente, el tren que queremos está completo. Pero como esto es Italia, pues nos venden otro igual de otro dia y nos dicen taquilla, siempre con cierto aire de complicidad pero sin dejar la intriga de lado, que le preguntemos al revisor. Pues adelante. Anto, con su encanto, convence al revisor con un golpe profundo de su mirada italiana y... todos al tren!
Pero, una vez arriba, descubro que hay más gente en los pasillos que en los compartimentos. Tiene cojones la cosa, pagamos un billete y a pegarte por un sitio en el pasillo, porque aquí, que son muy previsores, han dotado de siempre a los pasillos de pequeños "descansaderos". Un viaje entre empujones, culos que pasan por delante de tu boca, gente que se desespera, y hasta la monja... Cuánto dijiste que duraba el viaje?
La vuelta, pues mejor todavía. Nos compramos un billete de vuelta a Milano con un pequeño detalle de fecha; nos dan uno para dos días después, eso si, con el mismo consejo de pegársela al revisor. Pues nada, todos de nuevo al tren. Esta vez el tren era el camarote de los hermanos Marx. Lo mejor cuando llegó el revisor, en sólo dos vagones llevaba timbrados más billetes de otros trenes y fechas que casi de los del día. Retahila continua a todos los "intrusos", y lamentos a destajo en contra de este sistema que, paradójicamente, es al que todo italiano está absolutamente hecho. Y entre empujón y empujón el tren va entrando, lentamente, por la perifería de Milano...
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