lunes, mayo 15, 2006

MORENTE Obviamente, cuando uno se adentra en las entrañas de una megalópolis, las cosas que se le vienen a la cabeza son aquellas totalmente distantes de esta órbita, todo aquello que nada tiene que ver con tráfico, ruido, gente que parece perderse por las bocas de metro para no salir nunca más... El otro día los romanistas sacaron una pancanta en la que se podía leer: "Voi miserabili parcheggiatori", o sea, vosotros (milaneses) miserables aparcacoches. Creo que no hay mensaje más ofensivo y, a la vez, más elocuente del ritmo de esta ciudad. Pues bien, como iba diciendo, las pequeñas cosas son las que dejan una huella más profunda en la memoria. Morente, la aldea que me acogió muchos años atrás, está continuamente en mi pensamiento como antítesis de lo que esta ciudad es. Pero ayer, mientras charlaba con una amiga milanesa surgió Morente en la conversación, y ella al conocer el nombre, sorprendida al mismo tiempo que incrédula, me dijo que esa era una palabra que existía en el vocabulario italiano. Rápidamente me fui a buscar el diccionario para conocer su significado exacto. Sobre este término el diccionario de italiano que manejo dice lo siguiente: "si dice di chi sta per morire. SIN. agonizzante, moribondo; in agonia. Pienso que este es uno de los casos en el que el italiano no necesita traducción al español. Lo curioso del caso es que este significado se identifica de lleno con el momento que atraviesa esta pequeña aldea, al igual que otros muchos pequeños núcleos de población, predestinados a su desaparición, o cuando menos, a un coma profundo, dado que las condiciones de vida que ofrecen son tan distantes de los cánones actuales de confort y servicios que sólo se muestran atractivas a quien, como el que escribe, disfruta del lugar en sus momentos de ocio y placer vacacional. Pero aunque no soy creyente, espero que Morente, si es que muere, sea capaz de resucitar de sus propias cenizas porque no hay una infancia más feliz que la que ofrecen estos pequeños reductos de la tranquilidad, donde el tiempo deja de ser tal, parándose el reloj de los interminables veranos entre olivos, trigales y girasoles, recuerdos que, aún hoy, golpean mi interior, advirtiendo su presencia perpetua en mi memoria. No dejaré que desaparezcan nuestros recuerdos....