CUANDO EL FÚTBOL DEJA SE SER FÚTBOL Por primera vez en mi vida he asisistido en vivo a una final de fútbol, concretamente la final de Copa Italia entre el Inter y la Roma. Evidentemente, para un cordobés como yo, fiel seguidor del equipo de su ciudad la palabra final de lo que sea es como hablar de petrodólares, o el índice Nasdaq. Así que, en compañía de mi fiel compañero Sergio, seguidor aférrimo de la UD Las Palmas, o lo que es lo mismo, otro sufridor, me dispuse a saborear una verdadera noche de fútbol del grande, de aquel que los mayores dicen que "hace afición". Pues bien, todo se presumía ideal, hasta el sol que no veíamos desde hace días había aparecido en esta tarde primaveral. Y venía la Roma, volver a ver a la Roma en directo, todo un sueño que se hacía realidad. Una vez dentro del estadio, del impresionante Giuseppe Meazza, primer sobresalto nada más entrar en el segundo anillo en busca de nuestra localidad. Hemos cogido las entradas en "territorio ultra", y al solicitar a dos muchachas que nos cediesen nuestros asientos, según decía la entrada, somos invitados a irnos a tomar por culo, con risita incluida, con la escusa de que "esto es la curva, cada uno se sienta donde le sale de los cojones (paletos)". Tras este primer encontronazo con tan gentiles féminas, nos fuímos a la otra parte de la curva, como medida cautelar. Desde allí la vista era increíble, de un lado la tiffosseria de la Roma y, justo a nuestro lado, los hinchas del Inter. Sergio me cuenta como funciona todo esto de los tiffossi. Es acojonante. La cosa es que esta gente lleva su propio equipo de sonido, colocan a tipos rapados, todos ellos armarios empotrados de pocas neuronas, estratégicamente subidos a la valla de protección de espaldas al terreno de juego con la función de dirigir al coro (resto de aficionados que de forma borreguil siguen las instrucciones de estos "directores de orquesta". Todo un alarde de pastores y borregos. Pero la cosa no queda ahí. Durante toda el partido, estos hinchas interistas han desgarrado sus gargantas a base de gritos que, paradójicamente, no iban dirigidos a aumentar el ánimo de sus jugadores, sino a provocar el odio de los aficionados del equipo rival. "Romano di merda" ha sido el canto más repetido por la afición interista. De lo que se dice animar a los suyos, pues nada de nada. Tanto es así, que al final del partido, para mostrar su desencanto con la temporada realizada por su escuadra, han desfilado poco a poco hasta dejar vacía la grada. Y eso que su equipo estaba a punto de levantar la Copa Italia y quedar 3º en el campeonato italiano!. Tiene cojones la cosa! Estos cabrones no saben lo que es ser pobre y jugar en 2ªB. Es el problema de los "niños mimados", que nunca están conformes con lo que tienen. Donde está el romanticismo de disfrutar de una victoria? Ya se que aquí, en Milán, no. Indiferencia y frialdad son las palabras que describen el momento de alzar al aire un trofeo de campeón de Copa Italia. Aquí les importa todo una mierda, porque aquí todo se reduce a la imagen. Máscaras, caretas y maquillaje que esconden a las personas y a los verdaderos sentimientos de éstas. Todo es tan ficticio, que nos ha hecho salir del fútbol con la sensación de que daba igual lo que allí se celebrase, sólo hay que estar en estos sitios para que te vean, y para poder contarlo en tu círculo social. Celebrar, saltar, disfrutar? Eso será de Roma hacia el sur, amigo. Por cierto, lo más triste de todo es que el trofeo ya no se llama Copa Italia, sino TIM (compañía de teléfonos italiana) Cup. Eso ya lo desvirtúa todo, termina de joder el invento. Los jugadores, antes de ofrecer el trofeo a su afición, se paran a cumplir con el sponsor, el que paga el circo. Foto de rigor, como no, En definitiva, acabo de llegar a casa con la sensación de que se me ha desvanecido mi sueño...
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home